Tengo la fortuna de contar con un buen amigo, “mi muy mejor amigo”, que diría Forrest Gump, y acostumbramos a conversar a diario. Son ratos íntimos, de tú a tú, dónde hablamos de las pequeñas cosas de cada día. Hacemos proyectos, fijamos metas y disfrutamos, sencillamente, de la mutua compañía. Es un “marchoso”. Para nada es serio, ni triste, ni aburrido. Yo le encuentro muy interesante. De mirada profunda, sonrisa abierta y siempre dispuesto a ayudar, a consolar, a enseñar, a amar.
¿Entendéis la experiencia de volcar el alma en el amigo y sentir cómo nos quiere y nos comprende? Es ese mar azul y salado, de belleza y majestad incuestionables. Es ese remanso de paz donde curar las heridas y salir nuevamente fortalecido. Es un apeadero en el camino donde siempre encuentro alimento y posada.
Le gusta el cine, y leer y hacer deporte, y trabaja con ahínco. Es fuerte y valiente, tremendamente sincero. Es mi punto de referencia, y así, cuando me encuentro perdida, cansada o me embarga la pena, vuelvo mis ojos suplicantes, y me tiende sus manos con ternura de padre. Poder llorar con un amigo es como poder reír con él, siempre produce paz y alegría.
Estoy en sus manos y nada puedo hacer por añadir un segundo a mi existencia. Las cosas muchas veces no son como yo quiero, pero sé que detrás de todas ellas, mi amigo está. Y así, las pequeñas cosas de cada día, cobran un gran valor, diría que valen toda su amistad; y espero gozar de ella siempre, en compañía de mucha gente, que aún no han tenido la suerte de conocerle.
Y yo, que si esto no me sale, y El divertido:”Es que nada puedes sin mí”. Y yo que pierdo el horizonte y me pongo nerviosa, y El, paciente, calma mis angustias. Y yo que tengo mucha prisa, que no tengo tiempo para rezar, y El que sin la oración y la confesión y la comunión, no sale todo aquello que para mí es urgente porque descuido lo más importante.
Mi Amigo no tiene móvil, ni falta que nos hace. Hay quien piensa que Dios no puede hablar con los hombres. Concepto equivocado. Si hay Dios, desde luego, lo puede todo. Que no, me dicen algunos: “eso es que te sugestionas e imaginas cosas”. ¡Caramba con mis inventos! Son inventos que hablan de cómo ser mejor madre, mejor esposa, mejor hija, mejor amiga.
No; solo de Dios puede venir esta “lucha interior” por ser más persona, por ser mejor, con la única y sola aspiración de agradar a mi Creador, porque le quiero con toda mi alma y porque me da la gana.
Cualquier persona puede acercarse a esta realidad: Cristo te quiere. Y hay quien se mofa y quien ataca y no respeta. Peor para ellos, que como digo yo: andan errados y con “malos vientos”.
Es cierto que nos quieren vender otras ideas, para mi gusto superfluas y perecederas: la moda, el dinero, la vanidad, el poder, el placer instantáneo…Detrás de ellas hay fecha de caducidad y duran lo que dura el momento. Mis aspiraciones son más altas: busco lo Perfecto, lo Infinito..¡le busco a El!
Quiero querer y quiero creer por eso procuro meterme en la Historia y pasear por Palestina, y asomarme al Monte Tabor y a su Getsemaní. Un buen truco es acudir a María, su Madre, a quien le pido que me enseñe a tratarle.
La Fe no sólo es cuestión de sentir. Es una forma de vida: conocer, pensar, querer, amar, servir, gozar… De tal modo que, porque creo como creo, vivo como vivo. Este es mi código.
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