La luz roja se había encendido, el depósito mental estaba en la reserva y los pensamientos bullían en mi batidora cerebral con resultados disparatados y…¿poco ortográficos?
Cuando llegué a la parte de:»Danos hoy el pan de cada día…» confundí Pan con Plan. Y empecé a bromear con Dios.
-Señor, si se trata de hacer tu voluntad, sirva este «error» para pedirte luces, de tal modo que Tú me digas cual es el plan de cada día ¿Qué quieres hoy de mí? (Entiéndeme bien Señor, a estas alturas de la noche la pregunta es retórica, pura retórica, me he apresurado a aclararle)
Abundando en mi conversación con Dios, le he puntualizado, como si El necesitase mis aclaraciones:
– Dímelo tempranico, no vaya a ser que me comuniques el plan, cuando ya no haya posibilidades de cumplirlo.
-Es más, siendo Tú Dios y yo Luisa, que no puedan decir nunca de nosotros que nos falló la comunicación porque sería un desprestigio para ambos.
Por si mi impertinencia fuese pequeña le he insistido como una niña, que es lo que soy a sus ojos:
-Tú háblame claro y yo me pondré a ello.
Y, lanzada en mi diálogo divino y con la confianza que da ser hija de Rey, le he remachado:
-Y házmelo saber pronto, porque cualquier excusa es buena para decirte:
-¡Ah, Señor, si me lo hubieras dicho antes, lo habría hecho!
Gracias por pasar y comentar.