Quedé embelesada ante la imagen que ofrecía la costa sureña y descubrí, horrorizada, que nos habían robado el mar.
Primero pensé en los rusos pero después recordé que la guerra fría terminó y que además nosotros no somos americanos. ¿Entonces…?
El mar jugaba al escondite, pero pude encontrarle camuflado entre las nubes cual enorme cucurucho de nata rebosante.
Mil imágenes vinieron a mi mente: las zapatillas, la cafetera, el sillón, el libro, las toallas, mi hogar, mi trabajo, mi radio, mi Juzgado, las gentes que lo visitan, las togas que lo visten a diario…
Imaginé que pudieran desaparecer y archivé en la memoria valorar más lo cotidiano, que nunca se sabe cuándo te pueden robar el océano.
Cuando regresé a casa todo permanecía tal cual lo había dejado. Incluido el mar Mediterráneo.¡Qué descanso!
Gracias por pasar y comentar.