Tener de «obtener».
Me lo pregunta alguien muy especial para mí, alguien que no tiene fe, que más de una vez me ha dicho que me envidia por ello.
Hemos hablado hasta el aburrimiento y siempre respondo de buen grado a sus preguntas, por lo que ahora también lo haré.
La fe es un don de Dios, por lo tanto ¿nada podemos hacer para recibirla?
En mi caso concreto no puedo responder por lo vivido, porque he crecido en una familia de hondas raíces cristianas y pasados los coletazos de mi época rebelde donde todo fue cuestionado, he respirado la fe en mi Señor con la misma naturalidad con la que la lluvia moja los campos cuando llueve.
Pero sí se que Dios a lo largo de esta vida, da mil oportunidades a cada persona para que puedan conocerle y amarle.
Sí se que la frase evangélica de «pedid y se os dará» también se aplica a este deseo de recibir la fe.
Sí se que la Virgen es la mejor medianera de todas las gracias y por tanto, para obtener la fe, yo se la pediría a Ella, como le pido insistentemente que mi fe se robustezca, que mi fe crezca, que tenga a bien mi Señora cuidar de mi cuando sea yo quien me aleje de su Hijo.
Pero «ese pedir» tiene que ser verdaderamente un deseo noble de buscarle, de querer conocerle.
Un padre bueno que se precie de serlo exigirá de su hijo que luche por conseguir aquello que anhela. Cuando le de la gana- al Padre-le regalará un presente a ese hijo insistente y machacón, porque Dios quiere que le pidamos.
Además, como la fe es creer en Alguien, será preciso acompañar esa búsqueda de lectura apropiada, que vaya esculpiendo en nuestra inteligencia esa imagen del dador de la Vida, aunque nosotros no seamos conscientes de qué proporciones beneficiosas tiene la lectura.
Formarse y pedir. No de uvas a peros, ni de higos a ramos o como se diga.
Pedir como pide un niño, pedir como desea un joven, pedir como suplica un moribundo.
«Que busques a Cristo. Que encuentres a Cristo. Que ames a Cristo» Lo decía San Josemaría. Eran palabras de un alma enamorada.
¿Para obtener la fe? Hay que ponerse a tiro, hay que dejar de darle esquinazos a Dios, hay que rendir la inteligencia y abrir la mente. Hay que dejarse hacer.
Llegarán mil ocasiones de conocerle,de escuchar su voz, de penetrar en su intimidad, y serán ocasiones sencillas.
No esperemos recetas mágicas, ni que se separen las aguas del Mediterráneo, ni que caiga maná del Cielo.
Sencillamente, busquemos, pidamos humildemente y seamos pacientes.
Dios sabe más.
Gracias por pasar y comentar.