En un lugar de Andalucía, de cuyo nombre no vale la pena acordarse, altos mandatarios prometieron un Palacio de Justicia que clausuraría el cutre y bochornoso palacio actual y sus negras cucarachas-referido a animales,no a letrados,no a jueces-
Sonaban trompetas y tambores pero del Palacio, nada de nada.
Años, muchos años después, aquel tremendo bulo fue un hecho.
Vamos, que lo habían hecho. Faltaba el pistoletazo de salida…y seríamos unos okupas con todas las de la Ley.
Y lo dieron.
Como una enorme patada en partes pudendas y demás órganos vitales, en plan puñalada trapera y ya verás de ésta qué úlcera.
La orden era clara: todo empaquetado y todo preparado para el traslado.
Sumar una mudanza, a unas vacaciones, con guardia de por medio y demás choris, hace un montante millonario de…papeles, pero donde manda patrón no manda marinero, así que a empaquetar.
Y… ¡Empaquetamos!
Y con las mismas, la contraorden, que si problemillas y tal y cual y que desempaquetemos, que no, que no, que de broma nada.
Nadie dió la cara. Ni una palabra de disculpa, ni una explicación, ni un vaso de agua.
Así pues, seguimos en el mismo sitio, con las mismas cucarachas y un mayor retraso.
No nos atrevemos ni a desempaquetar ni a dejar los expedientes en cajas.
Ahora, suponemos que habrá una nueva orden pero… ¿seremos tan diligentes?
Y en caso de no serlo ¿podrían echarnoslo en cara? ¡Qué cara!
Historias reales de la España profunda. Qué cosas.
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