365 días dan para mucho.
Y me voy rompiendo…
Habrá que emplear el bisturí a fondo, para sajar, limpiar… curar.
Necesito horas de silencio, kilómetros de lectura, alcohol a granel para desinfectar las heridas conquistadas por mi personal estupidez y contribuciones ajenas poco afortunadas.
Busco la paz perdida en no sé qué momento, por no sé qué minucia, que ahora ni recuerdo.
Preciso recuperar la sensatez, el equilibrio, el centro. Limpiar la vista que, cansada, distorsiona o ve sombras donde luce el sol.
Se acabaron los días de feria, de montaña rusa y coches de choque.
Por este año… ¡ basta!
Me marcho. Ingreso voluntariamente en cuidados intensivos.
Me pongo en manos del más experto de los médicos y confiada totalmente a su buen hacer, procuraré acatar con sencillez, diagnóstico y tratamiento.
Y como no es fácil, tendré que matar el ego que alimento-ese pavo que todos llevamos dentro- y que se permite el lujo de hacer el ridículo frente a quien sabe más, porque lo sabe todo.
Llevo lo puesto y me sobra. Una vez me instale, empezaré a quitar las piedras que cargan mi espalda, que hunden mis hombros, que enlentecen mis pisadas.
Me iré deshaciendo de esa capa inmunda de la que me he revestido hasta confundirme en el espejo.
Voy con la alegría del niño, con la esperanza del pobre, con el deseo del avaro.
La pregunta es doble
¿Dónde voy y cuándo vuelvo?
Gracias por pasar y comentar.