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Parece una verdad de perogrullo pero el orden en las cosas, debe comenzar por lo primero, que suele coincidir con lo más importante y no con lo más urgente.
Entendemos, por tanto, que esta «importancia» abre camino en esa lista interminable de obligaciones, afectos y deseos.
Pero de la teoría a la práctica hay un millón de esquinas donde tropezamos, haciéndonos virar la dirección impuesta en la primera inercia: la razonada.
Y como fichas de parchís, o de oca en oca y tiro porque me toca, no es raro el día que acabamos alborotando el orden establecido por la razón, querido por la voluntad y estructurado en nuestro gps mental donde-presuntamente-reside la inteligencia.
Además nos justificamos alegremente esgrimiendo cualquier excusa consoladora, por mediocre que sea.
La cuestión es que vivir ordenadamente, dando un lugar a cada cosa y un tiempo a cada persona, no es fácil, pero no nos engañemos, tampoco imposible.
Ayuda mucho tirar de la entrañable y obsoleta agenda, desplazada por ese invento llamado PDA, que sirve para todo, incluida la aplicación brújula, esto es,corregir rumbo para no acabar en dique seco.
Para las que vamos olvidándolo todo, recomiendo remedios más artesanales: como un post it en el espejo del baño, una cartulina en la nevera bien sujeta con imanes y meter las llaves del coche en los zapatos para recordar que, al día siguiente, volvemos a empezar.
Gracias por pasar y comentar.