En unos quince días estaré tostando mi cuerpo serrano al calor de esta playa valenciana. Concretamente en Gandía.
Guardo recuerdos muy entrañables de algunos veranos pasados allí. Primero fui siendo una veinteañera a casa de mis tios. Después fui con mis padres y hermanos. Ahora, como ya soy mayor, puedo ir solita, bueno, sola, sola, lo que se dice sola…no. Voy en familia.
Había un establecimiento que se llamaba Sucs y me pirraba. Descubrí mil formas diferentes de tomar un batido de frutas. También disfruté en una pequeña sala, de un concierto del Dúo Dinámico. Me las sabía todasssss (absténgase Sarracena de onomatopeyearme).
Pero lo que se me grabó a fuego en el pecho y todavía lo vivo en presente, fue una tarde en la que llena de dudas y temores, después de comulgar en la misa dominical volví a mi sitio con un descubrimiento que afectó a mi vida toda-hablo del interior- Aquél día, aquella tarde en Gandía tomé la decisión de hacerme de la Obra. Lo vi. Sencillamente.
Por todas estas cosillas y porque la playa de Gandía me priva y porque me muero de ganas de comerme una paella y una fideua -descarto la horchata-estoy deseando que llegue el día uno de julio.
Si alguno de vosotros quiere acercarse hasta allí, charlamos un rato y os invito a lo que sea 🙂
Gracias por pasar y comentar.