Pues puede que sea.
No me extrañaría, el mundo es tan grande…y yo tan chica…
Estoy como absorbida por mi propio ser y entre buscarme, encontrarme y entenderme, se me pasan los días oyendo la radio, viendo la tele, leyendo la prensa…y esto no va ni bien ni mal sino todo lo contrario.
Me quedo con las palabras de aliento que a diario sopla el Papa Francisco, palabras de ánimo, llenas de ternura, frescas, divertidas a veces y siempre sinceras. Me encanta que el Papa hable mi idioma.
Dispara, yo ya estoy muerto. Es lo último de Julia Navarro y lo último que hago cada día: leer.
Reconozco que no puedo estar en todas partes, desisto del don de la ubicuidad, quizás en otra vida…
Una llamada telefónica me hace dar un brinco, qué contrastes tiene la vida, la mensajera me despierta de un sopapo…de un sopapo de alegría y su mensaje sin embargo es triste. Cuando cuelgo el teléfono no sé si estoy contenta por recuperar una voz perdida o triste porque una amiga invisible en la distancia ha perdido a su madre.
Y tiemblo.
Yo no he vivido esa experiencia.
Sin saber ni cómo… os voy queriendo. Besos.
Gracias por pasar y comentar.