Voy en carretera y llevo la radio encendida, me gusta mucho oírla. Están entrevistando a Luis Castellanos, del que nada sé, y me voy metiendo en la conversación que se trae con la periodista que le va haciendo preguntas. Cada vez me parecen más interesantes las respuestas del Sr. Castellanos y consigue entusiasmarme hasta el punto de arrancarme el propósito de comprar su libro «La ciencia del lenguaje positivo».
Habla de que las personas utilizamos un número limitado de palabras y que solemos repetir las mismas una y otra vez, de tal modo que causan efecto en nuestro pensamiento, en nuestra manera de decidir y de ver la vida, incluso afectan a nuestra salud positiva o negativamente, según el tipo de palabras que utilicemos.
Poco más puedo decir puesto que aún no he leído el libro pero su entrevista me pareció tan estimulante y tan razonables sus argumentos que me atrevo a afirmar que será una lectura muy enriquecedora.
Por ejemplo, copio parte de un artículo publicado por Luis Castellanos:
Evitemos las frases killer
Yo no sé cuántos gramos pesa un sueño en el cerebro, lo que sí sé es cuánto pesan en mi corazón y en sus latidos los sueños que hemos sometido al destierro. El miedo, la angustia, la ansiedad, el estrés, la depresión, atrapan nuestras palabras. La biología de las palabras afecta a nuestro estado de ánimo. Nos tocan. Nos desalientan. Son frases killer, palabras que se susurran al corazón levantando la voz: «no lo vas a conseguir», «me esperaba otra cosa», «ni lo intentes…», «imposible…», «de haberlo sabido…», «nos es por nada», pero…», «ya te lo decía yo…», «se veía venir..», «la próxima vez lo hago yo…», «eres un inútil…», «todo es acostumbrarse», «la cruda realidad», «¿te puedo decir algo sin que te enfades?», «qué le vamos a hacer», «así es la vida»…. Estas frases nos quitan del corazón ese empuje inicial, esa ilusión y enferman nuestro lenguaje, nuestras posibilidades. En definitiva, atacados por el virus de las frases killer, también enferman nuestros sueños. Una frase killer es aquella que cuando alguien la dice, o se la dicen, el efecto que produce es el desánimo, el desaliento. La falta de energía afecta a nuestros reflejos y a nuestra inteligencia, nos roba tiempo y futuro. Una frase killer es rápida, se dice sin pensar en las consecuencias de lo que se está diciendo. Es, sobre todo, una reacción brusca más parecida a un «tortazo» que a una reprimenda.
Cuando evitamos las frases killer, abrimos una pequeña brecha de luz en nuestro lado oscuro del lenguaje.
Definitivamente voy a revisar mi vocabulario y no sólo cuando escribo, no sólo cuando hablo, sino básicamente cuando pienso.
La pregunta es:
¿Te animas tú también o ya dominas éste arte?
Gracias por pasar y comentar.