Un día de invierno de hace ya mil quinientos años con sus dos días y sus dos noches, desenterré el cofre donde guardaba mi tesoro.
Quería sacarlo al sol para que no se apolillase, pero descubrí con desconsuelo que…¡no estaba!
¿Quién me lo robó?
No lo sé.
Siempre sospeché de un búho malcarado que no quitaba ojo a mi alcoba.
Pudiera ser que una noche de verano entrase por el balcón y lo atrapase con sus garras.
Después de tan terrible pérdida quedé muy afligida y tomé la firme determinación de arrancar de raíz el árbol donde se cobijaba.
La pregunta es:
¿Cuál es la moraleja?
Gracias por pasar y comentar.