Hay veces que nos expresamos tan torpe y pegajosamente que no nos hacemos entender. O bien porque comunicar esa idea nos cuesta trabajo, porque es complicada, o bien porque realmente no queremos que se llegue a saber qué pensamos. Empezamos a darle vueltas al molino, y acabamos mareados y sin trigo.
A mí me gusta ser directa, que no es lo mismo que ser brusca o grosera. El famoso «digo lo que pienso» tiene sus límites.
Valoro el tiempo personal y ajeno, porque el tiempo cuenta. Si queremos decir algo, hagamoslo y no mareemos la perdiz, que la perdiz en el campo o en cazuela.
Me cautiva la palabra precisa, bien dicha, bien expresada. Las ideas que queremos transmitir, como las cartas, sobre la mesa. No dando lugar a malos entendidos, ni a vueltas de tuerca.
La palabra sencilla. La palabra. Directa.
Gracias por pasar y comentar.